Él – Día 2
Llegó a la playa y se sentó en el muro como de costumbre. Recorrió la arena con su vista y no la vió. Pero aquel pareo que estaba ahí tendido parecía el de ella.
“Quizá esté dándose un baño”, pensó. Llevó su mirada más lejos y a los pocos segundos la vió saliendo del agua. Su piel morena resplandecía por las gotas de agua. Su sexo comenzó a reaccionar.
A medida que salía del agua, la chica alzó distraidamente los brazos y los llevó tras la nuca, echando al mismo tiempo su cabeza hacia atrás, sujetó su pelo y lo escurrió. Luego sacudió su cabeza de un lado a otro dejando caer sus brazos a los lados. Le pareció lo más sexi y erótico que había visto en mucho tiempo. Se excitó aún más.
A medida que avanzaba ella dirigió su mirada al frente, directamente hacia donde él estaba. Refugiado en el anonimato que la distancia le proporcionaba él no desvió la mirada. “Esa chica tiene una foto muy bonita”.
Ella continuó caminando en dirección a su pareo, su piel morena, tersa, reluciente, su húmeda melena, sus caderas contoneándose.
Vió cómo llegaba y se sentaba sobre su pareo aún dirigiendo su mirada hacia él. Se dispuso a rebuscar en su bolso durante unos segundos y sacó la mano rápidamente. Pero no se tumbó de nuevo a tomar el sol. En su lugar, se levantó y se dirigió de nuevo al agua.
Verla caminar de espaldas era tan excitante como verla de frente. “Mmmm… Lo que haría contigo, nena”. Su sexo, de excitación, no cabía en sus shorts. Por unos segundos consideró ir en su encuentro. Se imaginaba en el agua con ella sobre él a horcajadas, su bikini a un lado y su sexo profundamente dentro del de ella, dejando que las olas marcaran el ritmo. Un escalofrío de placer le recorrió de abajo arriba, de arriba abajo, culminando en su sexo. No podía aguantar por mucho tiempo esta situación, en cambio decidió esperar. El juego le gustaba demasiado.
Ella llegó al agua, se giró y, con sus brazos dentro del agua, le miró fijamente. Echó la cabeza hacia atrás y al rato, desde la distancia, volvió a mirarle directamente a los ojos. Tras unos segundos ella volvió a echar su cabeza hacia atrás. Desde el muro diría que incluso se mordió el labio inferior. Estuvo así un rato y cuando volvió a incorporarse, sus facciones parecían más relajadas.
Vió cómo salía del agua de nuevo y caminaba sin desviar su vista de la de él. Él cruzó las piernas en un intento de controlar su sexo. Iba a explotar de excitación.
Mientras, ella llegó a su pareo y se sentó de nuevo, en dirección a él y con las piernas juntas, las rodillas ligeramente dobladas. Vió cómo metía su mano entre el vientre y las piernas. A pesar de que sus piernas dobladas ocultaban su feminidad, le pareció que rebuscaba por su sexo y sacaba algo. Se le disparó la imaginación y su polla creció aún más.
Ella enterró algo en la arena y seguidamente recogió sus cosas y se marchó.
Ocurrió tan rápido que no le dió tiempo a pensar. Cuando reaccionó la chica se había alejado. Él necesitó su tiempo para reaccionar. Sabía que necesitaba unos minutos para enfiarse, pero tenía claro que iba a acercarse a donde ella había estado e iba a comprobar qué había escondido en la arena.
Más tarde se dirigió a la arena y rebuscó donde minutos antes ella ocultó algo. Sus dedos no tardaron en encontrar un objeto redondo y duro. Lo extrajo: unas bolas chinas.
Soltó una carcajada nerviosa. Esta chica quiere guerra, y la va a tener.